Desde el lunes 21 la mitad de Sanse queda encerrado por orden de la Comunidad de Madrid.
Esta medida afecta a los barrios de tradición más obrera de nuestro pueblo. Los que están llenos de familias que tienen que salir cada mañana utilizando el transporte público, a cubrir puestos que no les permiten teletrabajar.
En la calle Silvio Abad vive Concha. No podrá ir al parque con su hija cuando la recoja del colegio, pero sí podrá seguir montando en un autobús masificado para ir a limpiar a La Moraleja. Su hija y ella tendrán que pasar más tiempo en la casa donde viven con los abuelos. Al otro lado de la calle Real, en el barrio Sacramento, Miguel lleva semanas esperando que le llamen de su centro de salud, mientras sigue poniendo cañas en las terrazas de los nuevos desarrollos, aunque ahora su barrio esté confinado.
Muchos de nuestros mayores viven en el centro del pueblo. Allí llegaron nuestros padres desde muchos otros lugares de España. Allí siguen nuestros abuelos. Allí vivimos muchos de nosotros y nosotras.
Izquierda Independiente manifiesta su absoluta repulsa hacia unas medidas que segregan a nuestras vecinas y vecinos.
Son medidas que como siempre hace el neoliberalismo pretenden salvar la economía por encima de la vida de la gente de a pie.
Son medidas que no reducen los riesgos que han llevado a estas zonas a tener los índices de contagios más altos, que trasladan la responsabilidad exclusivamente a las personas, personas que no podemos elegir no vivir en piso pequeño o compartido, no coger el transporte público o no ir a trabajar.
Necesitamos una mejor atención primaria, poder estar al aire libre, aumentar el transporte público, el número de PCR y rastreadores. Necesitamos un Ayuntamiento que hubiera convertido nuestros parques en seguros y que en lugar de ir a pie repartiendo mascarillas para hacerse fotos hubiera destinado el dinero de las fiestas para ayudar a sobrevivir a las familias que tienen que esperar varios meses para que les atienda los servicios de nuestro ayuntamiento o hacer más seguros los colegios.
Pero sobre todo necesitamos que la renta per cápita no defina el trato que nos dan.