Las amistades peligrosas

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Si lo sé…

Pocas cosas relativas a los sentimientos podemos elegir con entera libertad salvo la pareja, los amigos y el equipo del alma. Y de las tres, la menos condicionada es la de los amigos que, además, está en plural, es decir, cada uno es distinto y único.

Los amigos sirven para algo que no te puede dar tu pareja ni tu equipo, y no es jugar con la consola o tomar copas o celebrar una victoria. Es la tranquilidad que da la confianza depositada. Le confías los sentimientos, los problemas, las alegrías, las dudas, las contradicciones, las decisiones fáciles y difíciles, con la seguridad de que no te va a defraudar, de que va a ser empático y, sobre todo, de que no te va a traicionar.

Para que haya esa relación es necesario que no exista otra paralela de supremacía o de sumisión. Es decir, tu jefe nunca será un amigo y tu subordinado tampoco. Los mejores amigos no están en el trabajo, ¡están!

Pero ¡ojo! guárdate de ciertas amistades. Hay dos profesiones en la que no existe la amistad, la de cura y la de político y, de las dos, la que tiene el título de “amistad peligrosa” es la de político. Un político es como un viajante de comercio, todos son amigos hasta que les vendes algo; luego, o son clientes, o son bobos. Pero un viajante tiene su justificación, tiene que vender para comer. En un político es muy peligroso que tenga que vender para comer, eso significa que es un dependiente de su empresa y las necesidades y objetivos de la empresa están por encima de todo, incluidas la ética, la libertad de pensamiento y la de servicio a “toda” la comunidad.

Los políticos no pueden confiar los sentimientos, los problemas, las alegrías, las dudas, las contradicciones, las decisiones fáciles y difíciles, porque les hace vulnerables, tienen la desgracia de no poder elegir un amigo, salvo el más cercano de su empresa, que está igual de lastrado. Pero tampoco se les puede tener como amigos y confiarles algo porque, inevitablemente, lo van a archivar como un elemento a utilizar en un determinado momento si eso les reporta un beneficio en su escalera personal a puestos más altos.

En su desgracia no son conscientes de que, además de no tener amigos, no tienen libertad. No tienen opinión propia, tienen la opinión de su empresa. Estoy harta de ver los sms marcando las directrices sobre un tema cualquiera. El pensamiento sin verbalizarlo es una activad en libertad; las ideas, sin la carga de agradar al amo, también. Poco más se puede hacer en libertad absoluta y, si el pensamiento y las ideas no son libres, ¿qué queda?, ¿la sumisión como alternativa? ¡Qué triste!  Cuando se sube toda la escalera política y se llega al final, dejando trozos de libertad en cada peldaño, los pocos que lo consiguen tampoco son libres, tienen otro amo por encima: ¡el dinero!

Ana Isa Torino